jeudi, septembre 20, 2007

Freedom of choice


Hay cosas que para el género masculino son muy fáciles: Si uno necesita ropa, compra ropa. Si necesitas comida, compras comida. Si necesitas zapatos, compras zapatos. ¿Cuáles? Los que sean, los primeros que nos gusten. No necesitamos comida que sea dietética, que contengo fibra, que sean baja en grasa y si se puede, que sea sabrosa.

No necesitamos ropa para salir de noche, para ir a trabajar, para ir con las amigas a tomar el café o para simplemente estar a la moda. Yo compro mis Levi’s 501 sin medírmelos, y solo para reponer otros idénticos cuyos agujeros ya atentan contra el pudor.

Los zapatos solamente ocupan un lugar en la mente masculina cuando los que nos han servido los últimos 5 años presentan un hoyo comparable al de la capa de ozono y hay que reponerlos con otros lo más parecidos posibles. Para cumplir lo anterior, de preferencia vamos a la zapatería donde habíamos comprado los primeros para comprar el par de repuesto. El proceso tarda 20 minutos. Nunca compramos zapatos porque están IN, ni porque están monísimos, porque se ven supersexy ni porque nos combinan con una bolsa. El mundo masculino es muy simple.

Lamentablemente, la mercadotecnia sabe quienes son las que hacen las compras: Las mujeres. Por lo anterior, antes había solo un tipo de leche... y hoy hay semidescremada, deslactosada, light, de soya, “O” grasa, con lactofibras, entera, adicionada con vitamina “C”, con omega 3, ultrapasteurizada, orgánica, etc, etc, etc.

Ayer pagué las consecuencias. Mi shampoo se acabó por la mañana, justo cuando estaba a medio baño. Normal. Entonces, me propuse hacer un esfuerzo sobrehumano para tratar de recordar todo el día que tenía que ir a comprar shampoo por la tarde. Afortunadamente, el esfuerzo rindió frutos y mi última neurona eficiente me recordó que al terminar mis labores tenía que dirigirme al supermercado. Al llegar al anaquel de los shampoos, me enfrenté con una realidad inesperada: “¿De cual shampoo compro entre las miles de opciones disponibles?” Había anticaspa, antisponge, para cabello reseco, para cabello grasoso, para cabello rizado, para cabello lacio, con ceramides ( quiesabequeseaeso ), con acondicionador, para cabello quebradizo, con antifeeze, para cabello débil, para mayor volumen, para cuidado intensivo (¿incluirá quirófano?), para evitar la calida, etc, etc... y eso sin hablar de marcas.

Abrumado y al punto de la histeria, tomé el primero que encontré y me fui a la caja.

Hoy, al estarme bañando tomé mi nuevo shampoo. Lo abrí sin mirarlo una vez más, y cantando bajo la ducha, comencé a ponérmelo. La alegría se transformó en decepción, la decepción en furia y la furia en frustración cuando por fin leí la etiqueta:

“ACONDICIONADOR PARA BRILLO INTENSO”

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